El periódico Los Angeles Times está resurgiendo de una profunda crisis tras pasar años en manos de un grupo de jefes que fomentaban la cultura del gilipollas, aseguran sus propios periodistas, ahora esperanzados ante el reciente cambio de propietario.

Si tu jefe se siente con el derecho de ser desagradable contigo porque tiene más poder o porque cree tener más talento que tú, tu jefe no es un líder, sino un gilipollas. Lo mismo ocurre con miembros de tu familia o de tu grupo de amigos. El documental Assholes: A Theory se basa en el exitoso ensayo homónimo del filósofo Aaron James para analizar una de las figuras más tóxicas y aceptadas de nuestra sociedad.

Pregunta. Una cosa muy interesante del ensayo y del documental es cómo se define a un gilipollas: es alguien que se comporta como si fuera un niño que todos los días celebra su cumpleaños.

Respuesta. Cuando eres niño y es tu día, se te permiten ciertos privilegios. Esa sensación de sentirte con el derecho de ser desagradable con los demás, porque te crees con más talento, porque tienes dinero o poder o porque sientes que la vida te debe algo, es básicamente ser un gilipollas.

P. No es lo mismo ser un gilipollas que comportarse como un gilipollas.

R. Cualquiera puede comportarse como un gilipollas. Yo lo he hecho, cuando era más joven. Ser infiel a una novia o dar un codazo a alguien cuando intentaba rodar algo interesante con mi cámara. Pero ser gilipollas es no ser consciente de ese comportamiento y no corregirlo nunca.

P. Empresas, especialmente las grandes compañías, aceptan e incluso valoran a los gilipollas. Suelen apreciar otros aspectos de su personalidad: que tienen iniciativa o que parecen asegurar buenos resultados. Pero no tienen en cuenta que su perfil es tóxico.

R. Es completamente cierto que la gilipollez en el trabajo es como una enfermedad venérea para la empresa. John Cleese lo explica en el documental. Primero porque los gilipollas buscan anular a otros trabajadores válidos y segundo porque algunos de esos compañeros de trabajo deciden convertirse en gilipollas todavía más grandes para sobrevivir.

P. Aunque parezca lo contrario, no son productivos.

R. Hay un ejemplo muy claro: Baird, compañía financiera que maneja 77.000 millones de dólares de sus clientes, impuso una regla: no tolerar a gilipollas en sus oficinas. Después de tomar esa medida, su rendimiento triplicó al de su competencia.

Fuente El Pais